
Lana y yo follamos en cada paseo. Se sienta a mi lado y ya sabemos lo que toca. Caminata con final feliz. Si además encuentra su lugar íntimo para cagar, ni te cuento lo contenta que vuelve a casa.
Aprovecho los palos y piñas secas que le voy a tirar a Altza para rascarle el lomo a Lana. Así mato dos pájaros de un tiro. Los palos tendrán el olor de la compañera para que Altza les siga mejor el rastro tras la parábola aérea.
Además, satisfago a las dos ansiosas a la vez, cada una con su vicio. Y yo me siento tan realizada como una puta que atiende a personas con diversidad funcional. Porque es grande el placer de dar placer reinventando el sexo.
Qué digan lo que quieran, pero lo nuestro no son mimos, o mejor dicho, son mucho más que eso. Son servicios sexuales, intercambios de capital erótico.
Voy bajando con mi fusta forestal hasta su zona lumbar. En ese recorrido descendente por su espina dorsal, ella levanta progresivamente su cabeza, enseñándome el cuello. Amaso con los dedos de la otra mano el pelo de esa zona. Es espeso y suave. Carece de la capa de sebo que cubre su pelaje en invierno, protegiéndola del frío con enormes rastas. Aún con todo, los brillos de su cabellera atigrada me resultan muy atractivos.
Mientras la acaricio, además de empinar el hocico, abre ligeramente la boca, y se relame por dentro con su enorme lengua, dejando caer algunas babas. Yo me las limpio y juego al sexo telefónico: «así que eso es lo qué te gusta, ¿eh, guarrilla?».
¿Zoofílica, yo? Si por eso el vulgo educado en la pornografía que solo entiende de penetraciones asume que, después de las caricias, le meto el palo por el culo o la vagina, no. Eso se lo dejo a los machos de su especie, sus pares.
Yo tampoco necesito mis genitales para sentir placer en nuestros encuentros. Me da un poquitito de asco, pero acepto algún lametazo como pago a mis servicios y cuidados.
Sin embargo, mi mayor goce es espejarme en su animalidad. Yo también estiro el cuello cuando gozo. Yo también abro la boca cuando disfruto. Yo también babeo cuando follo. Y a mí también me pone que me rasquen, me acaricien, me besen, me laman… la parte baja de la espalda.
Porque soy una perra.
Bakio, 2 de febrero de 2020 (02.02.2020)