A todas las muertas en el falso nombre de “El Amor”
Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere… YO, no me quiero, joder. Henos aquí, una primavera más, deshojando margaritas.
Quizá sea la última. Hemos sido convocadas por la Comandanta Patricia para matar al Amor… Romántico. En círculo, hemos compartido nuestros anhelos, miedos…; nos hemos enseñado a ratos la mochila de nuestras experiencias amorosas y otros traumas. Hemos perfilado al enemigo como un coro de hienas alegres. Vamos a acabar con ellos: con los príncipes azules, con las medias naranjas, con las flechas de cupido, con los polos opuestos, con la heteronormatividad, con la violencia en nombre del «El Amor»… Nos va la vida en ello. Gritos de guerra, sonidos de tambores de agua.
Tras pasar revista a nuestras armas (de seducción), nos entra la parálisis: si nos cargamos al único modelo de amor que conocemos, ¿donde vamos a encontrar el Amor Sano?
No podremos hacerlo solas, necesitamos a las brujas. Convocamos, pues, a nuestras abuelas y a todas sus ancestras, que duermen en nuestra memoria celular. Ahí, en algún rincón de nuestro cuerpo, guardamos la impronta del amor que nos sienta bien. El que nos nutre. El que nos empodera. El amor del rico, vaya.
Juntamos nuestras sabidurías milenarias para cocinar una pócima con un sabor muy antiguo, de cuando aún no habían inventado el puto patriarcado. ¿Algunos de los ingredientes mágicos? La consciencia, la equidad, el compromiso, el respeto, la sinceridad, la libertad… Ummmm.
Con ese regustillo en la boca, salimos en busca de un continente mítico, que se vislumbra en algunos mapas antiguos y en el que, cuentan nuestras mayores, podremos encontrar el Buen Amor.
¡Ojo! No somos colonizadoras. Por desgracia, hace mucho tiempo que está desocupado. Si vive alguna naturaleza, la respetaremos, pues llevamos la bandera del ecofeminismo. No construiremos muros ni fronteras. Solo buscamos habitarlo y habitarnos, saciando nuestra capacidad infinita de amar, no solo a una pareja (o varias), sino a todos los seres del planeta. ¡Hasta a las piedras!
Por fin, nos echamos a la mar. Algunas nadaremos a lo perro, otras, a braza. Algunas irán en canoa, otras, Amazonas del amor cabalgando delfines. Cada una a su ritmo, a su manera, con más o menos equipaje. Nos seguiremos de cerca, sin perdernos de vista, acompañándonos. Nos defenderemos juntas de los tiburones y de las corrientes que amenazan con devolvernos a las costas del Amor Platónico o, peor aún, que puedan atraparnos en las aguas de La Violencia. Cuando una se canse, mojaremos sus labios con la pócima, le cantaremos cantos de sirena mitonegacionista y aullaremos como lobas de mar, porque somos manada. Que no se quede ninguna varada en la Entrega Total, en el Amor Ciego… Nunca dejaremos a una de nosotras atrás.
El camino, entonces, será largo y duro. Pero el sueño de amar con los ojos abiertos nos mantendrá bien despiertas. Aunque nunca lo encontremos, la búsqueda habrá merecido la pena. Dejaremos estelas que guíen a las que vienen detrás.
Buen viaje y buenas suerte, compañeras.
Alba Algarabia

Creación de Patricia Verdés Giménez, facilitadora del taller (o terapia grupal) Amar con los ojos abiertos (Marienea, abril-mayo de 2018).