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Hasi zaitez

Horror cenótico en contabilidad

Desde que Julián hiciese aquel trabajo para la escuela sobre sumideros naturales, supo que su primer gran viaje de juventud lo haría a México, para conocer los cenotes.

Como en los libros de cuentas de las grandes empresas que él auditaba, haremos una gran elipsis de sus años de adolescencia y primera juventud en los cafés de la facultad para colocarnos, de pie, al borde de un inmenso cráter rocoso relleno de un agua azul turquesa.

Es julio de 2008 y Julián está de luna de miel con Marga, en la península de Yucatán.

Sin duda, los cenotes son como los imaginaba. No lo han defraudado. Pero de pie junto al borde del agujero, siente que el mundo se desmorona bajo sus pies. Toda la vida soñando con ver los cenotes y ese momento ya ha llegado. Está aquí. No es un espejismo. Ni siquiera un sueño. ¿Qué maravilla del universo conseguirá empujarlo ahora a salvar sus baches? Como lo hiciera en las largas noches en vela en vísperas de los exámenes de Contabilidad I, II, III… el sueño de visitar algún día los cenotes ya no le ayudará a sobrepasar, por ejemplo, las largas noches en vela acunando a los niños que tendrá seguramente con Marga. Se siente perdido, casi desesperado.

Ajena al desmoronamiento de su recién estrenado marido, Marga regatea el precio de un hermoso reloj de arena a un artesano de la zona. El hombre le asegura que es arena de la playa de San Gerónimo, donde murió el guerrero Yarinca combatiendo a los españoles. Desconoce que esto a Marga poco le importa. Ella solo piensa en lo bonito que quedará sobre el buró instalado en el despacho de Julián.

Julián, sin embargo, no quiere verlo nunca lucir sobre ese viejo trasto que Marga compró en un anticuario de Berlín. Quisiera en cambio arrancárselo de las manos y colocarlo en posición horizontal sobre el suelo, esperando así detener el tiempo. Que no sigan corriendo las manecillas del reloj, enfrentándolo a un futuro sin la esperanza de los cenotes.

En lugar de eso, le pregunta al artesano cuánto tiempo tarda en vaciarse la arena del reloj. «Unos tres minutos, señor» le contesta este sin mucho convencimiento. «Tres minutos ―piensa―, tiempo suficiente.» Lo compra decidido ante el gesto decepcionado e incrédulo de Marga, que esperaba sacarlo por un precio menor.

Acto seguido, Julián la obliga a sentarse a un metro y medio de distancia, aproximadamente. Él se sienta del lado del borde del cenote. Después, coloca el reloj de arena entre los dos, en posición vertical. La arena manchada con la sangre del valeroso guerrero maya comienza a colarse por el embudo de cristal.

Cada grano de arena es una piedra en el testamento vital de Julián. Dispone el destino de todos sus bienes, excepto el de su propio cuerpo. No desperdicia ni un segundo justificándose, compartiendo con Marga la visión del vacío al borde del cenote.

Antes de que el último grano caiga para siempre sellando el testamento de Julián, este se levanta tranquilo y se lanza al centro del agujero con los brazos en la posición del ángel.

Alba García Portela

Bilbao, 22 de enero de 2016

Published by kontalamia

Hitzek sorgindu ninduten. Doinu eta forma ezberdinetan nire gorputza bete ostean, borborka hasi dira, ahotik, alutik… Tras largos años de algarabía, mis poros, por ahora, solo sudan en bilingüe. De ahí que este blog haya nacido así. Ongi etorri. Bienvenide. ¡Ah! Sé me olvidaba… ¡Disfruta del viaje!

Utzi erantzun bat

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