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Hasi zaitez

Luna no quiere ser cuadrada

NOTA: traducción propia de Ilargik ez du karratua izan nahi, publicado en el post anterior. Os recomiendo leer el original en euskera.

A todes aquelles que no caben

Luna ha recibido su examen, la misma prueba que todes sus compañeres. Café para todos. El reloj avanza y siente que le está saliendo mal y que no podrá terminarlo a tiempo. Cómo le va a salir bien, cuando el ambiente de clase de los últimos días la ha desmotivado especialmente: no ha hecho los deberes, ha olvidado el material, no ha estado nada atenta durante el repaso… La sesión está a punto de concluir y comienza a llorar. Un llanto callado e interminable que empapa las hojas del examen y el corazón de la profesora que tendrá que corregirlo haciendo magia. Pero los poderes mágicos y la manga ancha de la profe no son suficientes: 4,2. Esa es su nota. La maestra quiere ser Amelie Poulain para, en un arrebato de empatía, falsificar el examen y duplicar la nota. Pero no lo es, y cuando le enseño el resultado, quiero ahogarme en las lágrimas que asoman a los ojos de Luna nuevamente.

Yo soy la profe de Luna. Bueno, no es su verdadero nombre, pero la he rebautizado así por la forma en que su sonrisa ilumina la clase. Como la Luna, es única, especial. De hecho, por ser «diferente», ha caído en las garras del acoso escolar. Por eso, no es un número más entre les 160 adolescentes que tengo que educar (cifras que dan escalofríos: 162 es el número exacto de alumnes que he tenido este curso, incluyendo a los dos refugiados sirios que compartieron con nosotres un puñado de semanas en su huída). No es justo ser un número cualquiera.

El acoso escolar, el mayor fracaso de nuestro sistema educativo, tiene rostros responsables: los de les acosadores, que se han tragado enterito el discurso fascista de sus papis y de esta puta sociedad; los de les compañeres y profesores que permanecen impasibles, silencios cómplices; los del equipo directivo, que ha decidido no invertir en recursos para atajar esta lacra; y por encima de todes elles, los de les legisladores que perpetúan un sistema que aplasta, aísla y niega la diversidad.

Desde que ha despertado mi conciencia, quiero estirar el tiempo en mis clases, para iluminar las brechas que se esconden tras la «normalidad» y la «igualdad», para promover el pensamiento crítico, para impulsar la pedagogía feminista… Es un trabajo agotador, que exige arriesgar. Reflexión y autocrítica constantes. Contradicciones y privilegios (El Profesor con poder sobre les alumnes sumises obligades a obedecer).

Es evidente que tenemos que gestionar conflictos, como en todas las relaciones entre personas. A veces, los provoca mi intervención; con otros, en cambio, me tropiezo al entrar en el aula. A mis alumnes les cuento que el conflicto es una oportunidad para deconstruir(nos), que nos permite construir algo nuevo y más sano después. Pero no sé hasta qué punto me compran el discurso de mis heridas aún frescas.

El aula es un espejo en miniatura de la sociedad. Cuántos dolores, cuántos llantos, cuánto hambre, cuántas ampollas, cuánta carne de gallina… para no distinguirse, para estar «guapes», para ocultar la pobreza de casa… Por suerte, creo que han empezado a darse cuenta de que no cabemos en la horma. Es más, ¡que tampoco queremos hacerlo!

¿Qué es, pues, ser «normal»? Como dice Cortázar, ¿apretar el tubo de pasta desde abajo cuando está a punto de agotarse? ¿O es, acaso, ahorrar segundos de vida en la cinta mecánica del metro, como en una cadena de montaje, o como los cerdos que van al matadero? ¿Es normal vestir camisetas «Girl Power» fabricadas por Inditex con mano esclava y feminizada, ignorando el robo mercantil del feminismo y otras revoluciones, solo porque las ha puesto de moda una estrella de Hollywood? (También nos han robado el rostro de la gran Frida, transformando su fisonomía e imponiéndonos a una barbie con entrecejo.)

¿El profesor que pone a sus alumnes contra la pared en pleno siglo XXI, es eso normal? Acatando ratios de 100 a 200 alumnes, somos profesores-funambulistas que luchan por sobrevivir hasta final de curso. Si al miedo al abismo le sumamos la ingente carga de correcciones que nos llevamos a casa, ¿es normal alzarse solo por una subida salarial? Pues, no me parece normal, y no voy a conformarme con sus propinas. ¡Me dan ganas de tirárselas a la cara! Por último, en un centro donde conviven más de 1 000 alumnes, que no exista un Plan de Coeducación, que la diversidad se considere una carga, que se le tenga miedo a la educación sexual… ¿es esa vuestra normalidad? No estoy dispuesta a tragármela. Qué se pare el carro, que yo me bajo.

Me he empoderado para arriesgar, también para encajar la derrota con ternura. Soy una educadora que quiere corazones libres y palpitantes en sus aulas. Por eso, dependiendo del día, deseo ahogarme en las lágrimas de Luna o nadar contracorriente. Otras veces, en noches de luna llena o luna nueva, quisiera ser licántropo y vampira, para morder el cuello de les acosadores de Luna y les herederes de la Escuela Nacional Franquista, para clavar mis dientes en el gaznate de les mercaderes de la educación y de aquel chavalillo que espeta «Aquí huele a feminismo» y saciar mi sed de justicia femenina.

Sin embargo, como en la canción, todos los días sale el sol. Amanece y, tras la oscuridad de la noche, llega la esperanza. A pesar de no haber biblioteca, la alumna que lee en medio del bullicio. La joven que juega a pelota en el frontón lleno de chicos. El alumno que me pide perdón tras haber negado mi «humanidad». Las alumnas lesbianas que se besan con total naturalidad, sin despertar ningún tipo de reacción entre sus compañeres. En lugar de asustarse y ponerse sospechoses, las madres y padres que se alegran de mi compromiso. El maestro-poeta que me descubrió que yo era una profe «apasionada». El compañero-soñador que ha decidido combatir al sistema desde dentro. Les tutores que han compartido sus fracasos y pequeñas victorias conmigo. Las profes feministas que me han acompañado, cogidas de la mano, hacia la huelga, mientras nos sigue una cola de compas cantarinas (no sin mis aliadas).

Hoy el sol ha parido un arcoiris: he visto a Luna empoderándose, pidiéndonos ayuda y defendiéndose por sí misma.

Ahora sí. Que me lleve el viento como a Mary Poppins. No porque el sistema no necesite ya más mi energía de Madre Loba, sino porque necesito aires nuevos para no marchitarme. Después de cuidar de tantes jóvenes durante tanto tiempo, debo descansar para cuidarme yo. Para regresar con las baterías cargadas y seguir enseñándole los dientes al sistema.

Hasta pronto, Docencia, Escuela, Juventud.

Bilbo Handia, 30 de junio de 2018

Published by kontalamia

Hitzek sorgindu ninduten. Doinu eta forma ezberdinetan nire gorputza bete ostean, borborka hasi dira, ahotik, alutik… Tras largos años de algarabía, mis poros, por ahora, solo sudan en bilingüe. De ahí que este blog haya nacido así. Ongi etorri. Bienvenide. ¡Ah! Sé me olvidaba… ¡Disfruta del viaje!

Utzi erantzun bat

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