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Hasi zaitez

Se desliza entre la sospecha de una traición

Cuca la cucaracha vivía en el salpicadero de una vieja furgoneta roja. La mayoría del tiempo el vehículo permanecía aparcado en una calle tranquila a las afueras de la ciudad. Cuando hacía bueno, Cuca salía entre las ranuras del radiador y tomaba el sol paseándose entre los muñequitos de Playmobile. Estos formaban una hilera con sus botitas pegadas al plástico negro del salpicadero, como un batallón siempre en formación.

Cada noche, Cuca se deslizaba de nuevo entre las ranuras del radiador y daba vida a sus muñecos del alma. La enfermera salía de la furgoneta camino del hospital donde hacía siempre el turno de noche cuatro veces por semana. Sus compañeros de trabajo la consideraban una mujer taciturna y nunca hizo migas con ninguno, pero era muy dulce con sus pacientes.

El bombero, por cuestiones de imposibilidad horaria, nunca pudo ejercer en ningún cuerpo, ni siquiera como suplente. Así que con ese traje no le quedaba otro remedio: cada viernes y sábado por la noche Cuca observaba como salía de la furgoneta camino de algún restaurante o sala de fiestas donde se desnudaba al ritmo de la música. Era un hombre frustrado, pues él era bombero de vocación. Así que Cuca ignoraba que el resto del tiempo soñaba con prender fuego a la furgoneta para tener algo que extinguir.

La jardinera no descansaba ninguna noche. En primavera arrullaba a los capullos cuyos pétalos estaban a punto de estallar. Se tumbaba sobre el suelo en los campos recién sembrados para dar calor a las semillas y en invierno se abrazaba a los árboles. Cada madrugada, cuando Cuca la sentía volver antes de romper el alba, lucía la sonrisa de una mujer en harmonía con la naturaleza.

Pero, sin duda, el favorito de Cuca era el poeta. Cuando todos habían reocupado ya sus puestos en el regimiento de muñequitos de plástico, la cucaracha volvía a su guarida con el gusto de sus últimos versos entre las patas. Sin embargo, algo la atormentaba desde que el poeta escribiera estos versos:

Criaturas del amanecer,

¿dónde estáis?

Vivo sumido en la noche eterna…

Sus palabras eran hermosas pero tristes al mismo tiempo, pues estaba condenado a escribir sobre la noche, cuando casi toda la humanidad duerme.

Un día, mientras Cuca admiraba la puesta de sol a sus pies, decidió que no pasaría de aquella noche. Una vez que le había vuelto a dotar de vida, comunicó al poeta que no tendría que volver al salpicadero hasta una semana más tarde. Durante esos siete días, observaría a los niños, escucharía a los pájaros y escribiría por las noches, como siempre, para deleitarla a la vuelta con sus versos cargados de luz.

Sin embargo, el sol se puso por séptima vez y volvió a salir por la mañana, pero el poeta no había vuelto. Nunca regresó. Cuca ni siquiera supo si siguió escribiendo, pero se entristeció tanto que una mañana abandonó la furgoneta, dejando a todo el regimiento de Playmobiles tras ella.

Alba Algarabia

Bilbao, 23 de octubre de 2015

NOTA: El título me fue cedido por una compañera del taller de Fika (con Bego y Marisa en el local de Mujeres del Mundo).

Foto tomada en una callejuela de Barakaldo, en la primavera de 2020. Esta linda estampa me llevó de vuelta a mi relato de 2015. ¡Gracias al singular propietario del vehículo!

Published by kontalamia

Hitzek sorgindu ninduten. Doinu eta forma ezberdinetan nire gorputza bete ostean, borborka hasi dira, ahotik, alutik… Tras largos años de algarabía, mis poros, por ahora, solo sudan en bilingüe. De ahí que este blog haya nacido así. Ongi etorri. Bienvenide. ¡Ah! Sé me olvidaba… ¡Disfruta del viaje!

Utzi erantzun bat

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